Dividendo Social | dividensocialadmin
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Author: dividensocialadmin

Como cada 5 de junio, hoy se conmemora el día internacional del Medio Ambiente, con poco que celebrar. Muy poco, si me apuran.

El, para mí, erróneamente llamado día del «medio» ambiente, este año, nos recuerda la importancia de proteger nuestras tierra para proteger nuestro futuro. Y, sin embargo, más allá del simbolismo en las palabras, que, por cierto, para mí, lo tiene todo, hablar de «medio» ambiente es bastante desafortunado, como lo es hablar de los «recursos» que nos ofrece el Planeta.

Amante de las palabras y con una trayectoria de décadas a mi espaldas, en materia de Comunicación y «Sostenibilidad», tengo la sensación de que refiriéndonos al Planeta como «medio» ambiente que nos ofrece «recursos», seguimos instrumentalizando y capitalizando el valor de la Tierra (o del Planeta azul, si seguimos atendiendo al rigor en las palabras).

Apelo, como no puede ser de otra forma, a la conciencia y a la protección del Planeta, no como instrumento, sino como el único hogar y verdadero hogar con el que contamos, generaciones presentes y futuras.

Los ecosistemas de todo el mundo, como alerta reiteradamente la ONU, en virtud de evidencias científicas, están en grave peligro. «Desde bosques y tierras áridas hasta tierras agrícolas y lagos, los espacios naturales de los que depende la existencia de la humanidad están llegando a un punto de no retorno». 

Hace falta conciencia para emprender un cambio decisivo en la mentalidad y en la forma en que nos relacionamos con el Planeta. Hace falta una regeneración narrativa y conceptual. Entendiendo la oportunidad de dejar de relacionarnos CON el «medio» ambiente, para relacionarnos DESDE la Tierra. DESDE el Planeta. DESDE el entorno natural. Porque ¿saben? Somos Tierra. Somos Agua. Somos Aire. Somos Fuego. Y esto sensiblemente lo cambia todo.

El emprendimiento de políticas de «Sostenibilidad» y/o neutralidad en nuestras acciones, hoy, es a todas luces insuficiente. No solo porque andamos en tiempo de descuento, sino porque -tomando como punto de partida la reflexión de Angel Bonet, en Empresas con alma, ¿tiene sentido «sostener» lo que ha resultado ineficiente e insostenible?

El Planeta necesita una verdadera transformación basada en la «Regeneración».

Aprender de la Tierra y sus procesos. Emprender una verdadera transformación basada en la «regeneración» ideológica; en la «regeneración» de nuestro modelo de producción y consumo; «regeneración» en el liderazgo; «regeneración» en el ecosistema y «regeneración» en definitiva para (re)crear la vida a partir de la propia vida. Regeneración en los términos propuestos por Laura Storm y que, en mi caso, adquiero en Regenerators con la mentoría de Paco Briseño y Anna Alaman.

Y este movimiento regenerativo requiere conciencia. Toda la conciencia. Contribuir al éxito de la Agenda 2030, total y radicalmente pertinente, a pesar de la beligerancia en nuestras relaciones, en nuestras posturas y el clima bélico que se extiende como la pólvora; requiere una transformación interior. O lo que es lo mismo, cultivar los denominados «objetivos de desarrollo interior«, que nos emplazan a emprender otra regeneración, esta vez, interior como verdadero revulsivo de transformación.

Hoy, 5 de junio, día mundial del «medio» Ambiente, quizá sea un buen día para emprender una reflexión regenerativa y tomar las lecciones que nos deja el Planeta. Recuerden: nuestro único hogar.

Tuve ayer el inmenso privilegio -y responsabilidad- de participar como ponente en la primera jornada de DIRSE – Asociación Española de Directivos de Sostenibilidad (ASG) en Andalucía.

En la Universidad Loyola, de Córdoba, y con el foco de atención en los desafíos de la sostenibilidad en sectores estratégicos como la agricultura y el turismo, como profesional de la comunicación corporativa y la gestión estratégica con principios de RSC, centre mi charla en la importancia de encontrar de un espacio de Acción Común, o lo que es lo mismo de «Comunicar la Agenda 2030 y la RSC».

En los últimos años, parece haberse consolidado un tendencia hacia el silencio por parte de las organizaciones a la hora de comunicar sus estrategias sostenibles por temor a ser acusadas de oportunistas o «greenwashing».

Con décadas de experiencia como consultora de comunicación y desarrollo sostenible, estoy convencida de que el silencio (que es también un acto de comunicación por omisión) no es la solución. Encontrar una narrativa basada en el propósito, que cuente con el aval de los stakeholder y que sea fiable, clara, transparente, relevante es la clave para concienciar sobre la importancia de entrar en acción.

Contamos con un horizonte y una agenda (Agenda 2030), unos objetivos (ODS) y sus respectivas metas y con un panorama normativo y legislativo que compromete cada vez más a las organizaciones y a su cadena de valor.

El momento es ahora. Mañana puede ser tarde.

 

Con motivo del novedoso ciclo de presentación de libros «Destino ODS«, nuestra CEO, Raquel Paiz, periodista, especializada en Comunicación Corporativa, Desarrollo Sostenible y Responsabilidad Social Corporativa (RSC), participó en un interesante y sugerente debate: «Trenes que pasan«.

En el encuentro, tuvo lugar la presentación del libro de Rafael Ruiz Pleguezuelos “Trenes que Pasan”, dentro del I Ciclo de Presentación de libros «Destino ODS», organizado por la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales y la ETS de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos.

Se trata de una actividad gratuita y abierta a toda la comunidad universitaria y al público en general.

En esta ocasión, el debate giró en torno al ODS 9: “Industria, Innovación e Infraestructuras”, y contó con Raquel Paiz, periodista especializada en Comunicación Corporativa y Desarrollo Sostenible. Finalista de los Premios de Innovación de la Fundación COTEC; Rainer Uphoff, CEO de Mufmi y Presidente de Alianza por la Movilidad Sostenible y la Innovación Rural;  y Rafael Ruiz Pleguezuelos, autor del libro que ha sido galardonado recientemente con el Premio Tiflos de novela 2021, como ponentes.

 

En el  debate moderado por Javier Ordóñez y Carmen Lizárraga, profesores de la Universidad de Granada,  la periodista expuso su visión sobre el futuro, que, en su opinión, será sostenible o puede que no sea. Y en este contexto, expuso algunos de los aspectos que requieren atención urgente; respuestas coherentes, sostenibles, realistas  y con capacidad transformadora y voluntad para evitar los riegos a los que, como humanidad, nos enfrentamos.

Intervención completa de Raquel Paiz en youtube.

Líneas de actuación que requieren pasar del storytelling, al storydoing, como la crisis climática y otros inminentes riesgos relacionados con los recursos y el coste de nuestra inacción.

Si no actuamos en el que, a ciencia cierta, es tiempo de descuento será el más importante de los trenes que, como humanidad, dejaremos pasar.

Además de las directrices y metas expuestos por las Naciones Unidas en sus ODS 9, «Industria, innovación e infraestructuras» y ODS 11, «Ciudades y comunidades sostenibles y resilientes» de la Agenda Raquel Paiz, expuso el valor de la oportunidad de impulsar una verdadera transformación de nuestro modelo de producción y desarrollo, en un contexto pos-Covid, que favorece la transición.

Del plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, del Gobierno de España, en línea con el plan europeo y su Pacto Verde, destacó la idoneidad de vincular el momento de reconstrucción pos pandemia, con la oportunidad de fijar las bases de un nuevo modelo de crecimiento social y económico sobre cuatro objetivos transversales:

  1. Avanzar hacia una España más verde,
  2. Más digital,
  3. Más cohesionada desde el punto de vista social y territorial,
  4. Y más igualitaria.

En este sentido, agenda urbana, la lucha contra la despoblación, la modernización y desarrollo de la agricultura, pasando por la resiliencia de infraestructuras y ecosistema y la transición energética, resultan claves como palancas de transformación

Transición ecológica, desarrollo sostenible  y reto demográfico, trenes que, como país y como provincia, no podemos dejar pasar.

Granada, una provincia de contrastes

Respecto de la realidad granadina, nos encontramos con una provincia de contrastes.

  • Granada, como destino turístico y ciudad universitaria, con más de medio millón de habitantes, distribuidos en Granada y los 31 municipios del área metropolitana.
  • La Costa, con 123,876 habitantes, en unos 14 municipios.
  • Y las zonas rurales, con riesgo de despoblamiento, con poco más de 259.000 habitantes en unos 128 municipios.

Es decir, una provincia, con 174 municipios, cuenta con el 82% de la población, concentrada en las zonas urbanas.

¿Qué trenes no debería dejar pasar Granada?

En línea con la tendencia nacional, la provincia de Granada cuenta con grandes desafíos:

  1. Afrontar el inminente riesgo de despoblación
  2. Afrontar los desequilibrios de nuestra pirámide de población
  3. Gestionar los efectos de la población flotante

Para Granada, es prioritario abordar una adecuada estrategia de despoblamiento que tenga presente esta dinámica demográfica con sus dos caras perfectamente enlazadas; el despoblamiento de las zonas rurales de la provincia, frente a la alta densidad de población de las dos grandes zonas urbanas de la provincia.

¿Cómo hacerlo?

(Entre otros)

  • Garantizando la funcionalidad de los territorios afectados por la despoblación y la baja densidad.
  • Mejorando la competitividad y facilitando el desarrollo de nuevas actividades económicas y el fomento del emprendimiento.
  • Favoreciendo el asentamiento y la fijación de población en el medio rural.
  • Apoyando la puesta en marcha de proyectos de desarrollo socioeconómico de jóvenes, que garanticen el relevo intergeneracional.
  • Asegurando el dimensionamiento de las infraestructuras y equipamientos necesarios para el desarrollo socioeconómico sostenible de las áreas con intensos flujos de población flotante.

Y todo esto se resume en una sencilla idea:

Haciendo de las zonas rurales con tendencia a la despoblación, territorios atractivos para el emprendimiento y las inversiones. Y para esto, se requieren conexiones, movilidad sostenible, infraestructuras, y equipamientos adecuados y sostenibles, capaces de satisfacer las necesidades de una ciudadanía y un empresariado propio del siglo XXI.

 

 

En tiempo de descuento, Dividendo Social se suma a las acciones propuestas por la WWF, con motivo de la “Hora del Planeta”.

Nos sumamos al “gran apagón” y asumimos el desafío que nos propone la asociación para agitar conciencias y entrar, sí o sí, en acción por el clima, en línea también con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 13 de la Agenda 2030 de la ONU.

¿Cómo lo haremos?

Sumando unos kilómetros al desafío lanzado por la WWF. 40.000 kilómetros por el Planeta. 40.000 kilómetros para alertar sobre la urgencia de actuar para frenar el deterioro de un planeta que dice “basta”.

40.000 kilómetros, en los que cada paso es -y será- decisivo en un año en tiempo de descuento. Una carrera contrarreloj para afrontar uno de los mayores retos a los que, como humanidad, nos enfrentamos:

  • Contribuir a frenar el cambio climático, mitigar sus efectos e impulsar fórmulas de adaptación y resiliencia ante el deterioro ya causado
  • Frenar la escalada de deterioro y destrucción del Planeta y de sus ecosistemas terrestres y marítimos
  • Detener la pérdida de biodiversidad
  • Reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera a la mitad, de aquí (el tiempo pasado, pasado está) a 2030
  • Intensificar las acciones y las políticas para impulsar la transición ecológica y un nuevo paradigma sostenido en los principios de desarrollo sostenible

La hora del planeta

Como cada año, nos sumamos al gran apagón, en la hora del planeta. Un gesto simbólico para apagar las luces, el próximo 26 de marzo de 20.30 a 21.30 horas, en un gesto simbólico para que monumentos, empresas, organizaciones, corporaciones municipales, edificios emblemáticos, ciudades y ciudadanía en general, expresemos nuestro deseo de salvaguardar el que, hasta el momento, es nuestro único hogar.

De aquí al año 2030, horizonte temporal fijado por las Naciones Unidas, hay que intensificar nuestras acciones para contribuir al logro de los ODS y otros importantes acuerdos como los de las diferentes Cumbres del Clima, como artífices en la construcción de un mañana “en el que nadie quede atrás”.

Principios de actuación sociales, medioambientales, económicos y de Gobernanza, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, de vocación universal, debieran poder inspirar las actuaciones de gobiernos, empresas, entidades del tercer sector… también en nombre de la paz y la justicia social y ambiental.

No hay tiempo que perder.

 

 

La humanidad se enfrenta al que, sin duda, es uno de sus mayores desafíos. Convertirse en garante de un futuro posible y sostenible para las generaciones más jóvenes y para las generaciones venideras, más aún, en un tiempo marcado por una crisis climática cada vez más evidente en países como España.

La escasez de lluvia, con períodos de sequía cada vez más largos y frecuentes, cuestionan la sostenibilidad y la calidad de vida en nuestros territorios. La falta de confianza en las instituciones y la desafección y desidentificación con la política y la clase política debilitan el marco de confianza entre ciudadanía, empresa y administración pública, imprescindible en la que habría de ser una década de acción.

Por paradójico que resulte, todo apunta a que soplan vientos favorables para impulsar un cambio de paradigma y una nueva cultura sostenible más consciente y respetuosa. El azote de una pandemia como la COVID-19, que ha puesto en jaque al sistema y que ha cuestionado el modelo de producción y relación vigente, debiera ser un punto de inflexión para acometer esa transición ecológica justa, que integre principios de circularidad en nuestras economías y en nuestros modelos de producción y consumo.

Las reiteradas advertencias de un planeta exhausto que dice “basta”, los incesantes llamamientos de las Naciones Unidas para integrar la Agenda 2030, sus 17 ODS y sus respectivas metas; los acuerdos de las Cumbres por el Clima (COP); los riesgos identificados por organismos como el Foro Económico Mundial, no parecen suficientes, sin embargo, para hacer coincidir las cuestiones de interés público, con el interés público. El sentido común, con el sentido de lo común.

Inmersos aún en la mayor pandemia mundial conocida por nuestra generación, seguimos relativizando los riesgos relacionados con el clima o recursos vitales como agua y alimentos. Seguimos relativizando la importancia de ahondar en las brechas de desigualdad. Seguimos ignorando que la pérdida de biodiversidad en nuestros sistemas ecoterrestres y marítimos, implica seguir “desnudándonos” y deshaciéndonos de recursos cruciales para evitar o mitigar la probabilidad de la propagación de nuevas enfermedades o nuevas pandemias.

Cuando gobiernos como el de España se dotaron de una estrategia nacional para contribuir al logro de los ODS, con su Plan de Acción para la implementación de la Agenda 2030: hacia una estrategia española de desarrollo sostenible, como hoja de ruta hacia un mañana asentado sobre los pilares del desarrollo sostenible, partían como medida transformadora, con el objetivo de que, en 2020 (sí, 2020), el 100% de la población, como mínimo, conociera la existencia y capacidad transformadora de la Agenda 2030.

Hoy, cuando a penas faltan unos años para ese hipotético -y ya no tan lejano- año 2030, la población no solo sigue ajena a la existencia y el significado de una Agenda universal refrendada unánimemente por los países miembros de la ONU en 2015; sino que el sector privado, aliado y agente imprescindible para la transformación que requiere el cambio de ciclo, sigue sin identificar las oportunidades de alinear sus modelos de negocio con modelos imbricados con esos principios ASG de los que todo el mundo parece hablar, sin ser, del todo, entendidos.

Alinear los modelos de negocio con principios ASG (ESG, por sus siglas en inglés), o lo que es lo mismo, con principios ambientales, sociales y de Gobernanza debiera ser, hoy, algo más que una tendencia. Al margen de que no hacerlo, además de inmoral, implica la renuncia implícita a la sostenibilidad como oportunidad y valor asociado a marcas con propósito. Desoír la advertencia de los riesgos relacionados con los principios ASG es ignorar los infinitos riesgos de colapso de y para nuestras economías y nuestros sistemas.

El planeta es nuestra mayor fuente de recursos. Y hoy, el planeta se encuentra al borde del colapso. Consecuentemente, el sistema productivo también lo está. La factura de insumos relacionados hoy con energías no renovables como los hidrocarburos; y el coste eléctrico, es una de las consecuencias evidentes de la desproporcionada dependencia y su, hasta ahora, uso desmedido.

La desafección y la falta de confianza en el sistema, en las empresas y en los gobiernos rigen el modelo de relación de la ciudadanía con las instituciones, en detrimento de los objetivos y metas planteados por Naciones Unidas en su ODS 17, Alianzas, que considera la indispensabilidad de todos los agentes para que los objetivos y metas, contenidos en la agenda universal de la sostenibilidad, alcance todos los éxitos.

Generar confianza, la consideración de la primacía de los riesgos climáticos y una transición justa, son las tendencias en sostenibilidad identificadas por Forética, para este crucial 2022.

 

 

 

Como cada mes de enero desde 1975, se celebra el día mundial de la educación ambiental. Efeméride que emplaza a la humanidad a concienciar desde edades tempranas, sobre la importancia de proteger el Planeta. Vivir por encima de nuestras posibilidades, literalmente como si no hubiese un mañana, es intolerable y es inmoral. Es vivir de espaldas a una realidad que acecha sobre la (in)consciencia de la humanidad.

Los principales riesgos identificados por el Foro Económico Mundial en su informe anual (The Global Risks Report 2022) en el corto y medio plazo, están relacionados con el clima. Con el coste de nuestra inacción y los daños que directamente causamos al entorno, con un clima extremo, con la pérdida de la biodiversidad y con el que, parece, un avance imparable hacia una crisis de recursos naturales (agua y alimentos), cuyos efectos serían devastadores.

A pesar de los reiterados llamamientos por parte de entidades supranacionales como la ONU, seguimos viviendo como si no hubiese un mañana, sobrepasando la capacidad del Planeta para generar recursos y para regenerarse. El colapso del sistema, en términos económicos sería inviable. En términos humanitarios, desolador.

El precipitado avance hacia una crisis del agua y de alimentos, la pérdida de riqueza natural terrestre y marítima, las sequías cada vez más frecuentes y más prolongadas, los fenómenos meteorológicos extremos acercan al sistema al borde del precipicio y condenan a las generaciones más jóvenes y a las no nacidas aún, a un futuro cada vez más incierto y más improbable.

Y, sin embargo, llegado este punto, “es demasiado tarde para ser pesimista”. Conocemos la magnitud del desafío. Conocemos los riesgos (y las oportunidades). Y solo de nosotros, depende decidir si queremos ser parte de la solución o sucumbir al sentimiento colectivo de agonía catastrófica.

Implicar a la juventud, en tanto que heredera del futuro, es, sin duda, pieza indispensable para frenar una tendencia que parece imparable. Concienciación y educación son claves para impulsar el desarrollo sostenible y sembrar las semillas de una renovada conciencia sobre la importancia de proteger nuestro único hogar. Intervenir desde edades tempranas para “formar una población mundial consciente y preocupada con el medio ambiente y con los problemas asociados, y que tenga conocimiento, aptitud, actitud, motivación y compromiso para trabajar individual y colectivamente en la búsqueda de soluciones para los problemas existentes y para prevenir nuevos”, determinará -o no- el éxito de nuestras acciones, tal como se recoge, desde aquel lejano 26 de enero de 1975, en la Carta de Belgrado, tan vigente (o más) que entonces.

 

 

Cuando se cumplen 50 años desde la proclamación del Día Internacional del Pueblo Gitano, Marga Fernández Cortés, colaboradora de Dividendo Social, nos sorprende con algo más que un manifiesto. Con algo más que palabras sobre papel mojado. Nos sorprende con el testimonio de toda una etnia y su cultura. Dividendo Social, con el pueblo gitano, en su conmemoración internacional, el 8 de abril y cada día. 

Hoy se cumplen 50 años de aquel congreso. El primero. El que se celebró en Londres y donde acudieron gitanas y gitanos de muchas partes del mundo.

Y allí, se concentró el recuerdo, se habló del dolor, de las muertes innecesarias que el odio y el rencor y el el desconocimiento, provocaron en aquella espeluznante barbarie que afectó al mundo entero. Se habló del drama de tantas y tantas personas.

En el holocausto murieron millones de personas. No. No murieron. Las asesinaron. También asesinaron a muchas personas gitanas. Más de 3.000 se han contabilizado en los registros que los nazis tenían de los distintos campos de concentración. Los señalaban como a ganado, con sus propias marcas, al igual que hacían con las personas homosexuales. Hoy sabemos que fueron muchos más las muertes y que antes, durante y después en la historia, ha habido muchas más de personas gitanas. Todas tan innecesarias, escalofriantes y absurdas, que si lo pensamos colectivamente podremos ver el alcance de semejante barbarie con etiqueta gitana.

La muerte provocada y llevada a cabo con ensañamiento es absurda. Todas, absolutamente todas lo son. Saber que tus antepasados han muerto por ser distintos, por hablar, sentir, pensar y vivir de manera distinta es aún peor. No los mataron por ser un pueblo agresivo. Los asesinaban por pertenecer a una etnia. Solo porque venían de fuera, y “molestaban sus costumbres”. Aquí, en España al dictador, le molestaban tanto que prohibió que hablasen su lengua, sus ropas, sus cantes, su manera de vivir, etc. Tanto le molestaba, que así lo constató enviando a un campo de concentración el primer tren lleno de personas gitanas para que fuesen exterminadas. Lo hizo incluso antes de que los nazis empezasen a detener a quienes no eran ARIOS-AS.

En ese congreso, en el de 1971, pensaron mucho en cómo a lo largo de los siglos se había ido denigrando a la cultura. Analizaron cómo se habían ido denostando sus costumbres y se habían ido apartando a sus gentes de todo el entramado social con el fin de aislarles y estigmatizarles social y por supuesto culturalmente.

Allí se pensó en todo eso, pero sobre todo se quiso rendir un homenaje que espontáneamente y gracias a todas las personas gitanas que allí había, surgió de la manera en la que lo conocemos hoy.

Al atardecer de aquel 8 de abril, las más de 100 personas gitanas que allí estaban, tomaron el río Támesis, y lo usaron para honrar sus memorias, las de todas las personas gitanas muertas inútilmente, pero principalmente en memoria de los que perdieron la vida en la barbarie nazi.

Qué mejor manera de hacerlo que encendiendo velas para honrar a sus muertos. Esa luz, la de cada vela, daría vida al recuerdo que navegaría junto a muchas más, iluminando el camino de tantas vidas truncadas, pero a su vez, sería la esperanza para las generaciones venideras. El significado no es otro que la vida.

Flores… qué mejor forma para darle color a esas aguas, que, lanzándolas al río, de mil colores para rememorar las costumbres gitanas, la alegría y la continuidad de las historias que nuestros antepasados nos han ido transmitiendo de generación en generación, y que son al fin y al cabo, la historia viva con las que siempre nos hemos identificado los gitanos y las gitanas.  Siempre cerca del agua. A la vera de un río para mojar las varetas de mimbre e ir entrelazando la vida. El sonido mágico del cantar del agua, y el golpe seco del yunque que relata alrededor del fuego la pena y la gloria gitanas…

Y, por último, ese momento que no solo hechizó a quienes estaban. El himno. El Gelem Gelem. Aquella letra que hoy, tras 50 años, sigue poniendo los vellos de punta. Esa letra que desgarra el alma de quien la canta, y por supuesto de quienes la escuchamos con el corazón. En ella, se canta y cuenta el horror que, durante años, siglos, el pueblo gitano vivió.

Con ese himno, se exige respeto, se obliga al recuerdo necesario de la historia de un pueblo entero.

Es cuando suena ese himno, cuando se depositan las flores, se inundan los ríos de todas las ciudades del mundo en donde existen gitanas y gitanos que ensalzan este día para recordar al mundo que el odio, el racismo, y la falta de respeto, solo conduce a la barbarie y la sinrazón.

Es un día cargado de sentimiento, de recuerdo, pero sobre todo de emoción porque aquel año se alzó la voz del pueblo gitano. Hoy como cada 8 de abril, alzamos la voz para decir que estamos aquí. Que el día Internacional del pueblo gitano, es nuestro, de quienes conformamos la minoría. Somos protagonistas y nadie, absolutamente nadie debería adueñarse de lo que significa.

Son 50 años en los que la Cultura Gitana se ha puesto de manifiesto. La educación y el posicionamiento de los y las gitanas ha sido importante pero aún no está conseguido del todo. Tenemos tanto camino por hacer…

Hoy, en este aniversario, medio siglo después, seguimos aquí. Intentando que nos vean, y que nos den nuestro lugar. Necesitamos hablar por y para conseguir que nuestro pueblo se escuche. Y que se escuche a nuestro pueblo. No necesitamos que nos dirijan quienes se sienten responsables del pueblo, porque somos las personas gitanas las que sabemos realmente hacia dónde queremos ir.

Necesitamos respeto, igualdad, aceptación, confianza y espacio para no tener que andar demostrando nada. Si al menos en España somos todos y todas iguales ante la Ley, integremos este artículo de nuestra Constitución y avancemos juntos como ciudadanía que somos.

Que nuestra lucha, sirva para que desde las miradas nos reconozcamos como iguales y hoy y siempre caminemos para construir un mundo sin prejuicios. Que el cielo azul de la bandera, se abra para ser más azul e intenso que nunca, y que el campo sea verde, como la esperanza de llegar a tener las mismas posibilidades que el resto, sin ningún estigma histórico que nos estanque en el futuro.

Feliz 8 de abril

Marga Fernández Cortés

Porque, sin agua, no hay futuro posible, hoy, 22 de marzo, Día Mundial del Agua, nos sumamos a la reivindicación de Naciones Unidas para dotar al agua de valor y significado. Y a la importancia de concienciar sobre la indispensabilidad del agua para avanzar en la senda del desarrollo sostenible y en la (re)construcción de una mañana que «no deje a nadie atrás».

Avanzar en la consecución del ODS 6, Agua y Saneamiento, como un objetivo vital para la humanidad, nos corresponde a cada uno de nosotros y de nosotras. Y es que, casi sin darnos cuentas, obviamos que el agua está presente en nuestras vidas y que su abastecimiento pende de un hilo.

Agua y Saneamiento para tod@s debiera ser algo más que que una vocación. En la medida en que es un bien limitado y crucial para la sostenibilidad de la vida en el Planeta, así como para la sostenibilidad de nuestro sistema productivo y para nuestra sociedad, contribuir al logro de garantizar agua y saneamiento a la población mundial, debe convertirse en una aspiración  individual y colectiva.

Agua y saneamiento son indispensables para regar las semillas del mañana. Y son una forma de entender nuestras culturas. El agua forma parte de la idiosincrasia de la civilización y de su abastecimiento, depende poder acabar con el hambre y la pobreza; no contribuir a ahondar en las desigualdades existentes; o contribuir a erradicar toda posibilidad de que surjan nuevos dramas para la humanidad relacionados con la escasez o fenómenos climáticos extremos.

Que el agua cope el interés de nuestros gobernantes, de nuestras empresas y de la sociedad civil, depende también del  sentir y de la conciencia ciudadana. Porque el agua no es infinita, valoremos el recurso como uno de los más preciados bienes de y para la humanidad.

Para Dividendo Social, agua significa vida. ¿Y para ti?

 

Dudoso privilegio liderar el ránking de ciudades europeas con una mayor tasa de mortalidad relacionada con la contaminación por dióxido de nitrógeno (NO₂). Analizadas 858 urbes, el área metropolitana de Madrid encabeza el ránking. El área metropolitana de Barcelona ocupa el sexto lugar, según un estudio de la revista The Lancet Planetary Health.

Fuente: The Lancet Planetary Health

A estas alturas de siglo, parece no haber duda de que la contaminación ambiental es una de las principales causas de mortalidad en todo el mundo ni de su relación con innumerables afecciones para nuestra salud. Ni de que las ciudades son un caldo de cultivo idóneos y puntos críticos de contaminación del aire y enfermedades. Y, sin embargo, no ha sido hasta diciembre de 2020 que se ha reconocido, con una sentencia pionera, a la primera víctima moral de la contaminación: una niña de 9 años que murió en Londres.

Las ciudades son el lugar donde se ganará o perderá la batalla climática”, afirmaba el secretario general de la ONU en la Cumbre Mundial de Alcaldes C40 celebrada en Copenhague en 2019. La contaminación, la emisión de gases de efecto invernadero, el calentamiento global… inciden directamente en el cambio climático. O la crisis climática, riesgo del que reiteradamente alertan foros como el Económico Mundial de Davos, la ONU y las diferentes Cumbres del Clima (COP). Llamamientos que, permítanos la expresión, “oímos como el que oye llover”, en un momento irónicamente marcado por fenómenos meteorológicos extremos que, como Filomena, llaman nuestra atención “cuando la tormenta está encima”.

Ante las alarmantes evidencias y los reiterados llamamientos, urge entrar en acción. Y adoptar la senda de la sostenibilidad y el desarrollo sostenible como la única senda posible para legar un mañana a generaciones presentes y futuras.

  • Contamos con los diferentes compromisos y acuerdos como los de París;
  • Con una Agenda como la 2030 y un ODS específico, el ODS 11, que nos insta a trabajar en un marco de colaboración y alianza, para Lograr que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles;
  • Y una estrategia específica y de gran valor para las ciudades como la Agenda Urbana Española, con objetivos estratégicos específicos tendentes a hacer de nuestras ciudades, espacios más habitables y saludables:

 

Sabemos cómo hacerlo. Hagámoslo y tomemos la senda de la sostenibilidad antes de que sea (más) tarde.

Raquel Paiz

CEO Dividendo Social. Comunicación Estratégica y RSC.

 

 

 

 

 

Con permiso de una pandemia (o «sindemia, que es como, según la revista ‘The Lancet«, es más apropiado referirse al COVID-19, en la medida en que hay muchos otros factores a los que, además de la enfermedad, urge prestar atención) como la derivada de la disrupción de la COVID-19 en nuestras vidas, cambio climático y un aumento de la(s) desigualdad(es) siguen siendo riesgos más que probables y con alto impacto en el corto y medio plazo, según el Informe de Riesgos Globales del Foro Económico Mundial. Riesgos que, además, requieren una respuesta contundente y urgente por parte de gobiernos y mandatari@s si no queremos profundizar en las grietas de una sociedad, a día de hoy, más fragmentada que hace solo unos años; y en los devastadores efectos de nuestro paso por el Planeta.

Son algunas de las conclusiones del informe de riesgos del Foro Económico Mundial de Davos (The Global Risks Report 2021), dado a conocer este mes de enero.

Urge que gobiernos, empresas, sociedad civil y entidades del tercer sector y sin ánimo de lucro, en un marco común de alianzas (ODS 17) y diálogo, tomen en consideración los riesgos globales a los que, como humanidad, nos enfrentamos en el corto y medio plazo. Tomar en consideración el impacto y la probabilidad de riesgos como el de una pandemia (incluida en la matriz de riesgos del Foro Económico Mundial desde 2006) debiera ser algo más que un compromiso. Y es que, con permiso de la COVID-19, el mundo no está preparado para resistir la embestida de otra crisis como la del cambio climático y para la que ningún país, ninguna economía ni ninguna sociedad está preparada.

 

Matriz de riesgos globales Foro Económico Mundial 2021

Son cada vez más quienes hablan de una generación perdida a la que no debemos -ni podemos- seguir ignorando. Es la generación que se enfrenta a un mañana más que incierto. De nosotr@s depende que no sea, además, un mañana improbable.

Avanzar en una transición ecológica de la economía y de nuestro modelo de producción, a pesar de la sindemia derivada de la crisis sanitaria y el drama humanitario en el que andamos inmers@s, ha de convertirse en la más sostenible de las sendas para evitar seguir profundizado en las muchas brechas de las que depende que la igualdad alcanzada hoy no dé un solo paso atrás.

De nosotr@s depende también la reconstrucción sostenible, sostenida y ecológica de un futuro que no deje a nadie atrás, asentado, entre otros, en la Agenda 2030 trazada por la ONU con un horizonte temporal, 2030, y 17 objetivos de desarrollo sostenible y sus respectivas metas, en los que poner el foco como antídoto y vacuna a la(s) desigualdad(es) y al riesgo más que probable de una (mayor) crisis del cambio climático de consecuencias irreversibles.

Por probabilidad, los tres primeros riesgos globales contemplados en el Global Risks Report 2021, guardan relación con el clima, el tiempo, el daño perpetrado por los humanos al entorno natural y el fracaso de las acciones planteadas para mitigar los efectos del cambio climático. Por impacto, las consecuencias de este fracaso son de un riesgo impredecible.

 

De nosotr@s depende entrar en acción para evitar una matriz de riesgos globales. No será que no estamos avisad@s…

 

Raquel Paiz

CEO Dividendo Social. Comunicación Estratégica, RSC y Desarrollo Sostenible