Dividendo Social | Inteligencia de Negocio
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La humanidad se enfrenta al que, sin duda, es uno de sus mayores desafíos. Convertirse en garante de un futuro posible y sostenible para las generaciones más jóvenes y para las generaciones venideras, más aún, en un tiempo marcado por una crisis climática cada vez más evidente en países como España.

La escasez de lluvia, con períodos de sequía cada vez más largos y frecuentes, cuestionan la sostenibilidad y la calidad de vida en nuestros territorios. La falta de confianza en las instituciones y la desafección y desidentificación con la política y la clase política debilitan el marco de confianza entre ciudadanía, empresa y administración pública, imprescindible en la que habría de ser una década de acción.

Por paradójico que resulte, todo apunta a que soplan vientos favorables para impulsar un cambio de paradigma y una nueva cultura sostenible más consciente y respetuosa. El azote de una pandemia como la COVID-19, que ha puesto en jaque al sistema y que ha cuestionado el modelo de producción y relación vigente, debiera ser un punto de inflexión para acometer esa transición ecológica justa, que integre principios de circularidad en nuestras economías y en nuestros modelos de producción y consumo.

Las reiteradas advertencias de un planeta exhausto que dice “basta”, los incesantes llamamientos de las Naciones Unidas para integrar la Agenda 2030, sus 17 ODS y sus respectivas metas; los acuerdos de las Cumbres por el Clima (COP); los riesgos identificados por organismos como el Foro Económico Mundial, no parecen suficientes, sin embargo, para hacer coincidir las cuestiones de interés público, con el interés público. El sentido común, con el sentido de lo común.

Inmersos aún en la mayor pandemia mundial conocida por nuestra generación, seguimos relativizando los riesgos relacionados con el clima o recursos vitales como agua y alimentos. Seguimos relativizando la importancia de ahondar en las brechas de desigualdad. Seguimos ignorando que la pérdida de biodiversidad en nuestros sistemas ecoterrestres y marítimos, implica seguir “desnudándonos” y deshaciéndonos de recursos cruciales para evitar o mitigar la probabilidad de la propagación de nuevas enfermedades o nuevas pandemias.

Cuando gobiernos como el de España se dotaron de una estrategia nacional para contribuir al logro de los ODS, con su Plan de Acción para la implementación de la Agenda 2030: hacia una estrategia española de desarrollo sostenible, como hoja de ruta hacia un mañana asentado sobre los pilares del desarrollo sostenible, partían como medida transformadora, con el objetivo de que, en 2020 (sí, 2020), el 100% de la población, como mínimo, conociera la existencia y capacidad transformadora de la Agenda 2030.

Hoy, cuando a penas faltan unos años para ese hipotético -y ya no tan lejano- año 2030, la población no solo sigue ajena a la existencia y el significado de una Agenda universal refrendada unánimemente por los países miembros de la ONU en 2015; sino que el sector privado, aliado y agente imprescindible para la transformación que requiere el cambio de ciclo, sigue sin identificar las oportunidades de alinear sus modelos de negocio con modelos imbricados con esos principios ASG de los que todo el mundo parece hablar, sin ser, del todo, entendidos.

Alinear los modelos de negocio con principios ASG (ESG, por sus siglas en inglés), o lo que es lo mismo, con principios ambientales, sociales y de Gobernanza debiera ser, hoy, algo más que una tendencia. Al margen de que no hacerlo, además de inmoral, implica la renuncia implícita a la sostenibilidad como oportunidad y valor asociado a marcas con propósito. Desoír la advertencia de los riesgos relacionados con los principios ASG es ignorar los infinitos riesgos de colapso de y para nuestras economías y nuestros sistemas.

El planeta es nuestra mayor fuente de recursos. Y hoy, el planeta se encuentra al borde del colapso. Consecuentemente, el sistema productivo también lo está. La factura de insumos relacionados hoy con energías no renovables como los hidrocarburos; y el coste eléctrico, es una de las consecuencias evidentes de la desproporcionada dependencia y su, hasta ahora, uso desmedido.

La desafección y la falta de confianza en el sistema, en las empresas y en los gobiernos rigen el modelo de relación de la ciudadanía con las instituciones, en detrimento de los objetivos y metas planteados por Naciones Unidas en su ODS 17, Alianzas, que considera la indispensabilidad de todos los agentes para que los objetivos y metas, contenidos en la agenda universal de la sostenibilidad, alcance todos los éxitos.

Generar confianza, la consideración de la primacía de los riesgos climáticos y una transición justa, son las tendencias en sostenibilidad identificadas por Forética, para este crucial 2022.

 

 

Dividendo Social –y el solo nombre es una declaración de principios- nace del arrojo y el convencimiento de sus fundadoras, dos mujeres con más de dos décadas de experiencia y capacitación académica en Comunicación, RSE y Transformación Digital Responsable. Dos décadas de experiencias profesionales en diferentes campos que, pudiendo parecer distantes no lo son.

Comunicación sostenible, Responsabilidad Social Corporativa e Inteligencia Social. Especialidades que constituyen el núcleo estratégico de negocio y actividad de Dividendo Social, la que hemos venido a denominar consultoría boutique.

 

Es el momento de dar un salto de valor.

De Valor con Valores, nace Dividendo Social. Para ayudar a las organizaciones a implementar principios y políticas de RSC en sus planes estratégicos, para alinear su estrategia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS); para medir el impacto de la inversión social (SROI); para comunicar y reportar ante una sociedad cada vez más exigente e informada sobre el modo en que se obtienen resultados y se crea valor; porque la inteligencia socialmente responsable identifica nuevas oportunidades, a la par que contribuye a mitigar y gestionar el riesgo. Por todo esto y mucho más, nace Dividendo Social. Para ayudar a la organización a crear Valor con Valores.

 

Origen Dividendo Social

Más o menos desde el año 2005, en que, en el seno de una entidad financiera, empezamos a asentar las bases de un nuevo modelo de gestión y reporte, que integrara los principios de RSC, venimos oyendo hablar de que, hoy por hoy –y de esto, hace ya 13 años- no es necesario gestionar ni comunicar cuestiones relativas a una la responsabilidad social empresarial (RSE), a la ética ni a la transparencia. Que son muchas las organizaciones que huyen de una puesta en valor de sus políticas responsables porque las grandes corporaciones se han apropiado de un discurso más estético que ético. Que son muchas las organizaciones que comunican acciones que más tienen que ver con la filantropía, el marketing con causa y el greenwashing, con fines menos nobles, tras el que esconden un lavado de conciencias.

Que son muchas las organizaciones del tercer sector y la economía social que ni reportan ni comunican ni gestionan en virtud de una estrategia que integre principios de sostenibilidad porque, en su ADN, en su esencia y en su naturaleza fundacional, encontramos los principios de RSC, per se. Porque sí.

Por esto y mucho más nace Dividendo Social. Y porque queremos contribuir a transformar el modelo productivo. A crear valor con valores para las marcas y las organizaciones.

Porque queremos innovar en los modelos de reporte, incorporando un nuevo CMI, que considere misión, visión y valores organizativos. Porque queremos ayudar a las organizaciones a alinear su estrategia con los ODS, pensando en local e incidiendo en lo global. Porque queremos ayudar a la organización y al mundo empresarial a comunicar y poner en valor sus acciones. Porque, más allá de emprender una estrategia solo de marca y reputación, queremos ayudar a las organizaciones a crear valor para la sociedad y el entorno.