Dividendo Social | Gestión RSC
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Gestión RSC

Tuve ayer el inmenso privilegio -y responsabilidad- de participar como ponente en la primera jornada de DIRSE – Asociación Española de Directivos de Sostenibilidad (ASG) en Andalucía.

En la Universidad Loyola, de Córdoba, y con el foco de atención en los desafíos de la sostenibilidad en sectores estratégicos como la agricultura y el turismo, como profesional de la comunicación corporativa y la gestión estratégica con principios de RSC, centre mi charla en la importancia de encontrar de un espacio de Acción Común, o lo que es lo mismo de «Comunicar la Agenda 2030 y la RSC».

En los últimos años, parece haberse consolidado un tendencia hacia el silencio por parte de las organizaciones a la hora de comunicar sus estrategias sostenibles por temor a ser acusadas de oportunistas o «greenwashing».

Con décadas de experiencia como consultora de comunicación y desarrollo sostenible, estoy convencida de que el silencio (que es también un acto de comunicación por omisión) no es la solución. Encontrar una narrativa basada en el propósito, que cuente con el aval de los stakeholder y que sea fiable, clara, transparente, relevante es la clave para concienciar sobre la importancia de entrar en acción.

Contamos con un horizonte y una agenda (Agenda 2030), unos objetivos (ODS) y sus respectivas metas y con un panorama normativo y legislativo que compromete cada vez más a las organizaciones y a su cadena de valor.

El momento es ahora. Mañana puede ser tarde.

 

Con motivo del novedoso ciclo de presentación de libros «Destino ODS«, nuestra CEO, Raquel Paiz, periodista, especializada en Comunicación Corporativa, Desarrollo Sostenible y Responsabilidad Social Corporativa (RSC), participó en un interesante y sugerente debate: «Trenes que pasan«.

En el encuentro, tuvo lugar la presentación del libro de Rafael Ruiz Pleguezuelos “Trenes que Pasan”, dentro del I Ciclo de Presentación de libros «Destino ODS», organizado por la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales y la ETS de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos.

Se trata de una actividad gratuita y abierta a toda la comunidad universitaria y al público en general.

En esta ocasión, el debate giró en torno al ODS 9: “Industria, Innovación e Infraestructuras”, y contó con Raquel Paiz, periodista especializada en Comunicación Corporativa y Desarrollo Sostenible. Finalista de los Premios de Innovación de la Fundación COTEC; Rainer Uphoff, CEO de Mufmi y Presidente de Alianza por la Movilidad Sostenible y la Innovación Rural;  y Rafael Ruiz Pleguezuelos, autor del libro que ha sido galardonado recientemente con el Premio Tiflos de novela 2021, como ponentes.

 

En el  debate moderado por Javier Ordóñez y Carmen Lizárraga, profesores de la Universidad de Granada,  la periodista expuso su visión sobre el futuro, que, en su opinión, será sostenible o puede que no sea. Y en este contexto, expuso algunos de los aspectos que requieren atención urgente; respuestas coherentes, sostenibles, realistas  y con capacidad transformadora y voluntad para evitar los riegos a los que, como humanidad, nos enfrentamos.

Intervención completa de Raquel Paiz en youtube.

Líneas de actuación que requieren pasar del storytelling, al storydoing, como la crisis climática y otros inminentes riesgos relacionados con los recursos y el coste de nuestra inacción.

Si no actuamos en el que, a ciencia cierta, es tiempo de descuento será el más importante de los trenes que, como humanidad, dejaremos pasar.

Además de las directrices y metas expuestos por las Naciones Unidas en sus ODS 9, «Industria, innovación e infraestructuras» y ODS 11, «Ciudades y comunidades sostenibles y resilientes» de la Agenda Raquel Paiz, expuso el valor de la oportunidad de impulsar una verdadera transformación de nuestro modelo de producción y desarrollo, en un contexto pos-Covid, que favorece la transición.

Del plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, del Gobierno de España, en línea con el plan europeo y su Pacto Verde, destacó la idoneidad de vincular el momento de reconstrucción pos pandemia, con la oportunidad de fijar las bases de un nuevo modelo de crecimiento social y económico sobre cuatro objetivos transversales:

  1. Avanzar hacia una España más verde,
  2. Más digital,
  3. Más cohesionada desde el punto de vista social y territorial,
  4. Y más igualitaria.

En este sentido, agenda urbana, la lucha contra la despoblación, la modernización y desarrollo de la agricultura, pasando por la resiliencia de infraestructuras y ecosistema y la transición energética, resultan claves como palancas de transformación

Transición ecológica, desarrollo sostenible  y reto demográfico, trenes que, como país y como provincia, no podemos dejar pasar.

Granada, una provincia de contrastes

Respecto de la realidad granadina, nos encontramos con una provincia de contrastes.

  • Granada, como destino turístico y ciudad universitaria, con más de medio millón de habitantes, distribuidos en Granada y los 31 municipios del área metropolitana.
  • La Costa, con 123,876 habitantes, en unos 14 municipios.
  • Y las zonas rurales, con riesgo de despoblamiento, con poco más de 259.000 habitantes en unos 128 municipios.

Es decir, una provincia, con 174 municipios, cuenta con el 82% de la población, concentrada en las zonas urbanas.

¿Qué trenes no debería dejar pasar Granada?

En línea con la tendencia nacional, la provincia de Granada cuenta con grandes desafíos:

  1. Afrontar el inminente riesgo de despoblación
  2. Afrontar los desequilibrios de nuestra pirámide de población
  3. Gestionar los efectos de la población flotante

Para Granada, es prioritario abordar una adecuada estrategia de despoblamiento que tenga presente esta dinámica demográfica con sus dos caras perfectamente enlazadas; el despoblamiento de las zonas rurales de la provincia, frente a la alta densidad de población de las dos grandes zonas urbanas de la provincia.

¿Cómo hacerlo?

(Entre otros)

  • Garantizando la funcionalidad de los territorios afectados por la despoblación y la baja densidad.
  • Mejorando la competitividad y facilitando el desarrollo de nuevas actividades económicas y el fomento del emprendimiento.
  • Favoreciendo el asentamiento y la fijación de población en el medio rural.
  • Apoyando la puesta en marcha de proyectos de desarrollo socioeconómico de jóvenes, que garanticen el relevo intergeneracional.
  • Asegurando el dimensionamiento de las infraestructuras y equipamientos necesarios para el desarrollo socioeconómico sostenible de las áreas con intensos flujos de población flotante.

Y todo esto se resume en una sencilla idea:

Haciendo de las zonas rurales con tendencia a la despoblación, territorios atractivos para el emprendimiento y las inversiones. Y para esto, se requieren conexiones, movilidad sostenible, infraestructuras, y equipamientos adecuados y sostenibles, capaces de satisfacer las necesidades de una ciudadanía y un empresariado propio del siglo XXI.

 

 

 A propósito de los ODS 3, Salud y Bienestar, ODS 5, Igualdad de género, y ODS 17, Alianzas, de la Agenda 2030, contamos con la colaboración de Marga Fernández, Agente de Igualdad para la salud de las mujeres

 

LAS ÚLTIMAS DE LA FILA

Cada día me pregunto: ¿A quién cuido y quién me cuida? ¿Cómo se sienten quienes  tengo a mi alrededor, y cómo me siento  ante quienes me rodean? ¿Cuántas veces al día alguien te mira a los ojos y te pregunta con interés cómo te sientes, cómo te encuentras hoy? A penas nos paramos a pensar en cómo sucede algo de esto.

Y lo peor de todo, al menos para mí, es saber que hasta yo misma tengo interiorizada esa “normalidad” anormal con la que me han dicho que tengo que vivir, cultural y socialmente. Hemos aprendido a convivir sin que, en muchas ocasiones nos parezca “mal” lo que sea que vivimos. Ya sea en el ámbito social, el educativo, el laboral, el familiar, e incluso en el ámbito de la salud, nos encontramos barreras o no se “nos permite, o no nos permitimos” tener momentos duros, o ponernos enfermas, porque si lo hacemos, decaerán los y las demás…

Se nos atribuyen poderes sobrenaturales. Se nos incita al desdoblamiento, a ser ingeniosas, resolutivas, maestras de todas las asignaturas del cole. Se nos insta a estar siempre esbozando una sonrisa, aunque por dentro estés llorando. Se nos dice e insinúa de infinitas maneras que estemos monísimas, bien arregladitas, sin canas. Se nos presupone que no necesitamos ayuda de ninguna clase porque ya nacimos pulpos con 8 brazos para llegar a todo y a todos… Que nacimos todoterreno.

A una buena mayoría de mujeres, nadie nos da permiso (y en muchos casos, nosotras nos sentimos mal si nos lo tomamos). ¿Alguna vez os habéis planteado después de ser madres, o esposas o hijas con cargas y responsabilidades ineludibles, en cómo de necesarios son los espacios para vosotras mismas? ¿Sabíais que, aunque demos a luz, nos casemos, vivamos en pareja, o nos dediquemos al cuidado de nuestros mayores, también tenemos vida propia? Sí, la tenemos igual que sabemos y asumimos que somos trabajadoras jornada completa, 24 horas, 365 días al año…O que somos compañeras, amigas, confidentes, empresarias, ecónomas, gestoras, políglotas, cocineras, limpiadoras, defensoras del medioambiente, taxistas, confesoras y confidentes, psicólogas, terapeutas y masajistas. Todas esas profesiones y mil más en una sola, en ti.

En el caso de las mujeres ¿será que no nos permitimos a veces hacernos hueco  para estar a solas con nosotras mismas o estar con quienes queramos, o quizás sea que nos da miedo hacerlo por si ya no nos reconocemos en esos miles de roles que hemos ido asumiendo? ¿Somos nosotras las que hemos entrado sutilmente en ese juego traicionero que nos alimenta el ego, o que nos consuela el alma? ¿A qué se debe tanta abnegación? ¿Somos carne de la historia de este país, o quizás lo somos de patriarcados enraizados? ¿O quizás somos parte de esa “cultura heredada” de nuestro linaje porque siempre hay quienes se benefician de nuestro silencio sumiso?

Sé que son muchas preguntas y todas de golpe…Y al final, una sola conclusión: aunque hemos avanzado, cargamos demasiado sobre nosotras.

Las mujeres de antes en la medida en la que podían, hacían su propia lucha aprovechando que en todo momento y para todo, ellas eran las DADORAS. Lo hicieron con lo que tenían a mano, o con lo que les dejaban hacer con su compleja vida, la de antes. Dadoras de vida, de sustento, de valores, de educación, de ideas (las buenas, y las no tan buenas), de cariño, de normas, de amor, de pactos….

Las de ahora, entre las que me incluyo, con nuestras situaciones personales, nuestros roles familiares, sociales, y laborales, ya no nos conformamos. Todo en su conjunto también conforma nuestra realidad porque ellas, las madres y las abuelas configuraron nuestro pasado. Nosotras tenemos la obligación de vivir en este presente, y nuestras hijas o sobrinas, tienen ese reto de asumir ese futuro que entre todas les dejemos para ver si entre todas conseguimos dejar de ser “Las últimas de la fila”. O decidir, al menos, libremente si quieren serlo o no.

Necesitamos generar espacios y entornos seguros donde compartir aquello que nos pasa. Hacerlo con mujeres que te permitan dejarte caer, sonreír o llorar, porque cuando la vida se nos pone cuesta arriba, saber que tenemos disponibles a esas personas que entienden nuestros bloqueos, hacen que esas enfermedades que también acuciamos y que en algunos casos tienen su origen en las emociones, sean más llevaderas e incluso se alivien al compartirlas entre las iguales. No perdamos esto de vista. Se trata de cuidarnos, de entendernos, de acompañarnos y aprender a auto gestionarnos como mujeres merecedoras de amor, y comprensión. Generemos espacios para que las risas nos generen felicidad y nos eviten acumular estrés. Por todo esto, y por todo lo que seamos capaces de descubrir a solas o acompañadas, os insto a generar muchos más espacios llenos de mujeres dispuestas a buscarnos, reconocernos, no juzgarnos y, sobre todo, apoyarnos en nuestras vidas.

 

 

 

 

 

Diecisiete son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 sus metas, refrendados por 193 países en septiembre de 2015. Son la nueva hoja de ruta de y hacia la sostenibilidad marcada por Naciones Unidas. 17 objetivos y un único fin: la sostenibilidad. Pero… ¿por qué hablamos de sostenibilidad en pleno siglo XXI? ¿Por qué 17 objetivos que proponen un mundo sin pobreza, sin hambre… un mundo que vele para por la sostenibilidad planetaria, la salud y el bienestar, la educación de calidad, de igualdad de género, de agua para el desarrollo sostenible, de diversidad en los ecosistemas, de trabajo decente, ciudades sostenibles y resilientes? ¿Por qué este llamamiento a que los agentes sociales –públicos, privados y sin ánimo de lucro- entren en acción? ¿Por qué hay que dejar atrás las meras declaraciones de intenciones? ¿Por qué en un marco de alianzas? ¿Por qué la necesidad de implementar estrategias de Responsabilidad Social (RSC) como herramientas para la consecución de los ODS?

La respuesta está meridianamente clara. Ninguna empresa ni organización, tal y como adelantamos en el post “Objetivos de Desarrollo Sostenible: ODS, el único futuro posible”, puede prosperar a menos que las personas y el planeta prosperen. Y este punto de partida incluye asegurar que el mundo está dispuesto a aceptar que el modelo productivo anterior ha resultado, a todas luces, injusto, ineficaz e ineficiente. Si algo nos queda de la crisis son las lecciones aprendidas. Y esto requiere asegurar, como leemos en la “Guía para el liderazgo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Un enfoque basado en principios”, que el mundo esté en camino de poder cumplir con los 17 ODS. “La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es un plan de acción para las personas, el planeta y la prosperidad”. Garantizar el cumplimiento de los ODS es crucial para que en un futuro no tan lejano, que hemos de empezar a escribir hoy, hablemos en términos de sostenibilidad, gobernanza, justicia, transparencia y ética.

 ODS, medición y comunicación

“Sin embargo –tal y como se afirma en el monográfico de la Red Española de Pacto Mundial, “ODS, Año 3. Una alianza global para la Agenda 2030”- tres años después de que los 193 miembros de Naciones Unidas aprobaran la Agenda 2030 entre numerosos aplausos, debemos mostrar acción e impacto a mayor escala. Para lograr el impulso necesario y el cambio exponencial requerido para la consecución de los ODS, es evidente que necesitaremos encontrar formas más eficientes de medir y gestionar el progreso en cada una de las metas a fin de garantizar que nuestra ambición común se corresponde con el impacto requerido. Serán necesarias también mejores fórmulas de comunicación por parte de las empresas, especialmente en relación a los impactos sociales y a las actividades en la cadena de suministro. Son enormes desafíos, pero, por primera vez, tenemos un marco que nos permite unirnos en acciones conjuntas para lograr el mundo que todos queremos. Si trabajamos juntos, en alianza, podremos lograrlo…” (Pacto Mundial, 2018)

Es evidente, pues, que todos, en un maridaje perfecto -gobierno-ciudadanía-empresa-tercer sector- estamos llamados por igual a desarrollar un papel significativo de cara a la consecución de estas aspiraciones que, ahora sí, nos permitirán hablar de un mundo global y globalizado, con toda la grandeza de la expresión, y todas sus consecuencias.

En Dividendo Social, lo tenemos claro. Apenas tres años después de la histórica aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, creemos poder afirmar que estamos ante uno de los retos más necesarios para la sociedad del siglo XXI, y, contradictoriamente, ante los grandes desconocidos por la ciudadanía, por la empresa y por las organizaciones del tercer sector, sin las que es imposible avanzar hacia un mundo más justo, solidario y equitativo.

Naciones Unidas alienta un marco de alianzas entre los agentes sociales, y apremia ahora que el sector empresarial y privado entienda también su papel y la necesidad de ponerse en acción e implicarse con unos objetivos y unas metas que son de todos. Y que su papel, como agente del cambio, como motor de la economía e innovación, requiere soluciones e implicaciones creativas para promover las semillas de un nuevo modelo productivo, en el que “no todo vale”.

Agenda 2030, oportunidad de negocio

Pero hablar en términos de ODS y RSC es hablar también de nuevas oportunidades de negocio y de mercado para las empresas y organizaciones que hacen de la gestión de la responsabilidad social corporativa, responsabilidad social competitiva.

¿Cómo implicar al sector privado en la consecución de los ODS? Urge, entre otros:

  • Integración y gestión de principios de RSC
  • Estrategias de comunicación para poner en valor el camino emprendido hacia la sostenibilidad
  • Información a los grupos de interés (stakeholders) externos e internos sobre el alcance de las medidas y las decisiones
  • Involucrar a toda la cadena de valor y de aprovisionamiento
  • Planes de incentivación, concienciación, y sensibilización por parte de las Administraciones centrales y locales

 

Y, sobre todo, hace falta Valor con Valores, para dar el salto definitivo hacia la sostenibilidad.

Dividendo Social te ayuda a asentar las bases para una estrategia de gestión de RSC en la senda de la sostenibilidad y la Agenda 2030 (ODS) y a poner en valor con estrategias de comunicación, el valor de tus acciones.

 

Si tu empresa u organización, con independencia de su tamaño, licita en procesos de contratación de la Administración Pública, te interesará seguir leyendo este post. Y es que, desde el pasado mes de marzo, la gestión social y medioambientalmente responsable (RSC) puntúa en los procesos de licitación de la Administración Pública. La Ley 9/2017, de 8 de noviembre, de Contratos del Sector Público, otorga un peso específico a la RSC, y la gestión de aspectos sociales y medioambientales, en la cadena de valor y de aprovisionamiento.

En nuestro post anterior, avanzamos algunas de las razones por la que tu organización debe integrar la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) como valor estratégico de competitividad y diferenciación. Por su incidencia, no solo en la sociedad y en el medioambiente sino por su vinculación directa con la cuenta de resultados. Hablamos también de un aspecto de voluntariedad, que viene cediendo terreno a la obligatoriedad. Ahora, de manos de las entidades públicas que, mediante la nueva ley de contratación pública, incluyen en los pliegos de contratación, el que podríamos denominar “clausulado social” y “clausulado medioambiental”, directamente relacionado con la gestión de la RSE.

RSC, clave en la puntuación

Además de los criterios calidad-precio y coste-eficacia, con la nueva la Ley 9/2017, de Contratos del Sector Público, las administraciones públicas valorarán positivamente aspectos cualitativos, y tomarán en cuenta la gestión de aspectos sociales, medioambientales y de innovación.

Relacionados con el medioambiente:

  • Reducción del nivel de emisión de gases de efecto invernadero.
  • Empleo de medidas de ahorro y eficiencia energética.
  • Utilización de energía procedente de fuentes renovables durante la ejecución del contrato.
  • Mantenimiento o mejora de los recursos naturales.

Relacionados con la sociedad, la diversidad y el género:

  • Impulso a la integración social e inserción socio-laboral de personas con discapacidad, personas desfavorecidas o miembros de grupos vulnerables entre las personas asignadas a la ejecución del contrato.
  • Planes de igualdad de género.
  • Fomento de la contratación femenina.
  • Conciliación de la vida laboral, personal y familiar.
  • Mejora de las condiciones laborales y salariales.
  • Estabilidad y seguridad en el empleo.
  • Formación y protección de la salud y la seguridad en el trabajo.

Razones excluyentes y de obligado cumplimiento

Y atención, porque además de las consideraciones positivas que puntúan o desempatan en procesos de licitación, la ley incluye las denominadas condiciones especiales de ejecución de contrato que pueden ser de carácter económico, de innovación, social, ético o medioambiental. Se trata de cláusulas de obligado cumplimiento de la que cada administración incorporará al menos una de todas ellas en cada pliego. Y que son de obligado cumplimiento no solo para la empresa adjudicataria, sino para todos los subcontratistas implicados en el proceso de ejecución.

La norma incluye también criterios excluyentes relacionados con:

  • Ofertas con precios que no cubran los costes salariales establecidos en los convenios colectivos sectoriales; o el incumplimiento o retraso reiterado de pagos de salarios.
  • Las que sean tan anormalmente bajas que se presuman inviables.
  • Vulneración de la Ley general de derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social, y que obliga a que, al menos el 2% de los empleados de las empresas de 50 o más trabajadores tenga reconocida una discapacidad.

En conclusión…

En definitiva, la gestión de la RSC ha dejado de ser opcional para empresas y organizaciones que contratan con la administración pública. En los procesos de licitación, se ha convertido en una obligación integrar políticas de RSC, a fin de no disminuir el nivel de competitividad en los baremos de puntuación frente a otros licitantes y aumentar las garantías de éxito en la obtención de los proyectos y contratos por parte del licitador, incluso para el caso de contratos menores.

Desde Dividendo Social, ayudamos a las organizaciones y empresas en la integración gradual, la consolidación, la comunicación, el reporte ante organismos o las certificaciones en materia de responsabilidad social corporativa con el objetivo de mejorar su competitividad y el impacto en la sociedad, haciendo crecer su valor con valores. ¿Hablamos?

 

 

 

 

Llevamos años hablando de Responsabilidad Social Corporativa (o empresarial). Aproximadamente, un par de décadas. Hablamos de los años del boom y el revulsivo que supuso el lanzamiento del Global Compact de la ONU (Pacto Mundial) y sus diez principios. Corría el año 1999, cuando Global Reporting Initiative (GRI) comenzaba a dar sus primeros pasos como estándar de reporte en un marco medible y comparable. Los años en los que entidades supranacionales publicaban sus primeras guías y definiciones sobre la recién nacida RSC (Libro Verde de la Comisión Europea sobre RSE) para recorrer un camino que nos trae al día de hoy. Y que define Responsabilidad Social Corporativa como la “integración voluntaria, por parte de las empresas, de la preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y sus relaciones con sus interlocutores.” En este post, analizamos cómo incide la RSC en la cuenta de resultados. Cómo la obligatoriedad gana terreno a la voluntariedad. Y cómo transformar el riesgo en oportunidad, dialogando con los grupos de interés.

Hemos sido testigos de los años prodigiosos para la RSC, como mecanismo de transparencia, en la triple rendición de cuentas (económica, social y medioambiental) y, como algo más y verdaderamente importante: como una forma de gestionar íntegra y trasversalmente la organización. Pensando no solo en el fin legítimo de la creación de valor; sino en la forma en que las organizaciones generan ese valor. Valor con Valores.

La incorporación de principios de gestión responsable en el seno organizativo representa la oportunidad de:

  • Crear valor para la marca.
  • Cambiar el modelo productivo.
  • Cambiar la forma en que la organización se relaciona con sus grupos de interés y con el entorno.
  • Cambiar la forma en que las organizaciones analizan, estudian e integran las expectativas y necesidades de sus grupos de interés (stakeholders), en sus modelos y planes de negocio, a través de estudios de materialidad (o lo que de verdad interesa a los stakeholders).
  • Cambiar la forma en que la organización analiza y entiende el riesgo que supone vivir de espalda a sus grupos de interés y al entorno en el que opera y lo convierte en nueva oportunidad para la creación de valor compartido.

La eclosión de los ODS

Las grandes corporaciones lo han entendido. Y, en su haber, aproximadamente dos décadas de gestión e integración de la RSC como herramienta para afrontar años convulsos como los que hemos vivido y para afrontar los mandados de entes supranacionales como la ONU, con su Agenda 2030, la nueva hoja de ruta de la sostenibilidad que comprende 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y sus correspondientes metas.

Las grandes corporaciones han entendido que la Responsabilidad Social Corporativa es también Responsabilidad Social Competitiva (parafraseando a Cristina Rovira, con su último trabajo editorial). Han entendido que una gestión social y medioambientalmente responsable incide en la cuenta de resultados. Valga como ejemplo. Una gestión medioambiental eficiente se traduce en una menor incidencia en el entorno y en su correspondiente ahorro de costes en la factura final. (Imaginen una organización que emprende una campaña de reducción de papel. Beneficio medioambiental con una evidente reducción de costes en el consumo de folios). Y en este punto, conviene tener claro que la obtención de impactos positivos no es posible sin la integración de los grupos de interés en la toma de decisiones.

Pensar a medio y largo plazo es pensar en términos de Sostenibilidad. Y, sin embargo, casi dos décadas después, podemos decir –y en esto, parece haber consenso- que la RSC es la asignatura pendiente de la pequeña y mediana empresa (de la pyme), como lo es para la administración pública y las entidades del tercer sector.

 

Obligatoriedad Vs Voluntariedad

El entorno regulatorio, normativo y legislativo, que cede paso a la “obligatoriedad” frente a la “voluntariedad” pudiera apresurar la necesidad de que la Pyme, las corporaciones públicas y las entidades sin ánimo de lucro, como antes hicieron las grandes empresas, aceleren la integración de principios de gestión responsable en el seno de muchas organizaciones que, a día de hoy, siguen confundiendo “filantropía”, “caridad” o “acción social” con responsabilidad social corporativa (RSC).

 

RSC no es solo filantropía social

  • RSC no es solo donar dinero a colectivos y/o personas en riesgo de exclusión.
  • RSC no es solo aportar dinero o contribuir en especie a causas con fines sociales y solidarios.
  • RSC no es solo mecenazgo de cultura, arte, deporte o sociedad.

Esas actuaciones, que forman parte de una gestión responsable y comprometida que entiende e integra la RSC como sistema de gestión, representan solo un eslabón en el engranaje.

Porque gestionar la RSC en términos de competitividad y de adecuación al marco normativo y legislativo, implica una gestión eficiente y responsable de los recursos económicos y humanos, así como del entorno en el que nos desarrollamos. Implica no solo la obtención de resultados sino la forma en que generamos tales resultados. Implica la gestión de la igualdad, la diversidad, la empleabilidad, el talento… Implica habilitar mecanismos de diálogo y transparencia en la relación con nuestros grupos de interés. Implica interactuar con el entorno pensando en un mañana.

¿Estás de acuerdo con el contenido de esta reflexión? ¿Dialogas con tus grupos de interés? ¿Cuál es tu visión de la RSC?