08 Abr 50 años Día Internacional del Pueblo Gitano
Cuando se cumplen 50 años desde la proclamación del Día Internacional del Pueblo Gitano, Marga Fernández Cortés, colaboradora de Dividendo Social, nos sorprende con algo más que un manifiesto. Con algo más que palabras sobre papel mojado. Nos sorprende con el testimonio de toda una etnia y su cultura. Dividendo Social, con el pueblo gitano, en su conmemoración internacional, el 8 de abril y cada día.
Hoy se cumplen 50 años de aquel congreso. El primero. El que se celebró en Londres y donde acudieron gitanas y gitanos de muchas partes del mundo.
Y allí, se concentró el recuerdo, se habló del dolor, de las muertes innecesarias que el odio y el rencor y el el desconocimiento, provocaron en aquella espeluznante barbarie que afectó al mundo entero. Se habló del drama de tantas y tantas personas.
En el holocausto murieron millones de personas. No. No murieron. Las asesinaron. También asesinaron a muchas personas gitanas. Más de 3.000 se han contabilizado en los registros que los nazis tenían de los distintos campos de concentración. Los señalaban como a ganado, con sus propias marcas, al igual que hacían con las personas homosexuales. Hoy sabemos que fueron muchos más las muertes y que antes, durante y después en la historia, ha habido muchas más de personas gitanas. Todas tan innecesarias, escalofriantes y absurdas, que si lo pensamos colectivamente podremos ver el alcance de semejante barbarie con etiqueta gitana.
La muerte provocada y llevada a cabo con ensañamiento es absurda. Todas, absolutamente todas lo son. Saber que tus antepasados han muerto por ser distintos, por hablar, sentir, pensar y vivir de manera distinta es aún peor. No los mataron por ser un pueblo agresivo. Los asesinaban por pertenecer a una etnia. Solo porque venían de fuera, y “molestaban sus costumbres”. Aquí, en España al dictador, le molestaban tanto que prohibió que hablasen su lengua, sus ropas, sus cantes, su manera de vivir, etc. Tanto le molestaba, que así lo constató enviando a un campo de concentración el primer tren lleno de personas gitanas para que fuesen exterminadas. Lo hizo incluso antes de que los nazis empezasen a detener a quienes no eran ARIOS-AS.
En ese congreso, en el de 1971, pensaron mucho en cómo a lo largo de los siglos se había ido denigrando a la cultura. Analizaron cómo se habían ido denostando sus costumbres y se habían ido apartando a sus gentes de todo el entramado social con el fin de aislarles y estigmatizarles social y por supuesto culturalmente.
Allí se pensó en todo eso, pero sobre todo se quiso rendir un homenaje que espontáneamente y gracias a todas las personas gitanas que allí había, surgió de la manera en la que lo conocemos hoy.
Al atardecer de aquel 8 de abril, las más de 100 personas gitanas que allí estaban, tomaron el río Támesis, y lo usaron para honrar sus memorias, las de todas las personas gitanas muertas inútilmente, pero principalmente en memoria de los que perdieron la vida en la barbarie nazi.
Qué mejor manera de hacerlo que encendiendo velas para honrar a sus muertos. Esa luz, la de cada vela, daría vida al recuerdo que navegaría junto a muchas más, iluminando el camino de tantas vidas truncadas, pero a su vez, sería la esperanza para las generaciones venideras. El significado no es otro que la vida.
Flores… qué mejor forma para darle color a esas aguas, que, lanzándolas al río, de mil colores para rememorar las costumbres gitanas, la alegría y la continuidad de las historias que nuestros antepasados nos han ido transmitiendo de generación en generación, y que son al fin y al cabo, la historia viva con las que siempre nos hemos identificado los gitanos y las gitanas. Siempre cerca del agua. A la vera de un río para mojar las varetas de mimbre e ir entrelazando la vida. El sonido mágico del cantar del agua, y el golpe seco del yunque que relata alrededor del fuego la pena y la gloria gitanas…
Y, por último, ese momento que no solo hechizó a quienes estaban. El himno. El Gelem Gelem. Aquella letra que hoy, tras 50 años, sigue poniendo los vellos de punta. Esa letra que desgarra el alma de quien la canta, y por supuesto de quienes la escuchamos con el corazón. En ella, se canta y cuenta el horror que, durante años, siglos, el pueblo gitano vivió.
Con ese himno, se exige respeto, se obliga al recuerdo necesario de la historia de un pueblo entero.
Es cuando suena ese himno, cuando se depositan las flores, se inundan los ríos de todas las ciudades del mundo en donde existen gitanas y gitanos que ensalzan este día para recordar al mundo que el odio, el racismo, y la falta de respeto, solo conduce a la barbarie y la sinrazón.
Es un día cargado de sentimiento, de recuerdo, pero sobre todo de emoción porque aquel año se alzó la voz del pueblo gitano. Hoy como cada 8 de abril, alzamos la voz para decir que estamos aquí. Que el día Internacional del pueblo gitano, es nuestro, de quienes conformamos la minoría. Somos protagonistas y nadie, absolutamente nadie debería adueñarse de lo que significa.
Son 50 años en los que la Cultura Gitana se ha puesto de manifiesto. La educación y el posicionamiento de los y las gitanas ha sido importante pero aún no está conseguido del todo. Tenemos tanto camino por hacer…
Hoy, en este aniversario, medio siglo después, seguimos aquí. Intentando que nos vean, y que nos den nuestro lugar. Necesitamos hablar por y para conseguir que nuestro pueblo se escuche. Y que se escuche a nuestro pueblo. No necesitamos que nos dirijan quienes se sienten responsables del pueblo, porque somos las personas gitanas las que sabemos realmente hacia dónde queremos ir.
Necesitamos respeto, igualdad, aceptación, confianza y espacio para no tener que andar demostrando nada. Si al menos en España somos todos y todas iguales ante la Ley, integremos este artículo de nuestra Constitución y avancemos juntos como ciudadanía que somos.
Que nuestra lucha, sirva para que desde las miradas nos reconozcamos como iguales y hoy y siempre caminemos para construir un mundo sin prejuicios. Que el cielo azul de la bandera, se abra para ser más azul e intenso que nunca, y que el campo sea verde, como la esperanza de llegar a tener las mismas posibilidades que el resto, sin ningún estigma histórico que nos estanque en el futuro.
Feliz 8 de abril
Marga Fernández Cortés
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